domingo, 17 de marzo de 2013

Aquí se habla de fútbol

Partido correspondiente a la vigésimo sexta jornada, más o menos, de la Liga 2012-13 disputado por el Real Madrid y el Mallorca en el estadio Santiago Bernabéu. 

Alineaciones.

Real Madrid: Cristiano Ronaldo, Modric, Pepe, Arbeloa, Kaka y alguno más. Ah, y Diego López, claro. Cómo íbamos a salir a jugar sin portero. Ya lo hemos hecho unas cuantas veces esta temporada y sabemos que es nada o poco recomendable. 

Mallorca: En serio, ¿le importa a alguien?

Incidencias.
Arbitró el colegiado Mateu Lahoz, conocido por su tendencia a no pitar falta cada dos por tres parando así constantemente el juego, lo que hace dudar de si es realmente español. Afortunadamente, actuaciones como la que tuvo en el Sevilla-Barcelona de la primera vuelta, en la que fue determinante para que los del Batidolona se hicieran con el triunfo, despejan cualquier duda. Enseñó alguna tarjeta y tal. No fue determinante para el resultado del encuentro, aunque su tendencia a no "cobrar" -que diría el nuevo Papa- cualquier roce o contacto benefició a los locales cuando al inicio de la segunda parte les entraron las prisas. 

Poco más de media entrada en el coliseo madridista en una noche nada apacible. Para que se hagan una idea, las gradas estaban en el minuto uno igual que lo están en cualquier partido en el minuto 70 más o menos, depende de la magnitud del previsible atasco. Antes del inicio del choque se guardó un minuto de silencio tan respetuoso que perduró hasta bien entrada la segunda parte, cuando el respetable empezó a empujar a los jugadores a conseguir afianzar la remontada.

Goles.
0-1 (min. 6): Nosué, con la famosa jugada que te valía en los dos primeros partidos del "Tehkan World Cup" : pase de la muerte desde la línea de meta y remate de cabeza del jugador que acababa de entrar en el área. El balón recorría unos 15 metros como un proyectil. Pues así fue.
1-1 (min. 14): Modric asiste a Pepe, que penetra en el área sorprendiendo a los rivales, y que tras engañar al guardameta rival con un movimiento de peonza deja el balón a Higuaín para que sólo tenga que empujarla. 
1-2 (min. 21): Alfaro a la salida de un córner después de ser magistralmente asistido por Sergio Ramos en su intento de despejar de cabeza. 
2-2 (min 51): Cristiano Ronaldo, tras rematar un saque de esquina como sólo él lo sabe hacer. Bueno, él y el actual Balón de Oro, claro. Ja, ja, ja. Lanzamiento de uno desde el banderín a la derecha del ataque del Madrí (no se quién, en el vídeo de MarÇa no se distingue nada excepto el puñetero anuncio de Nivea que me trago cada vez que le doy al "play") y Cristiano se zafa de su marcador para elevarse y proyectar el esférico hacia el palo contrario. 
3-2 (min 54): Coentrao recupera un balón en área enemiga que llega a los pies del croata, quien consigue otro tanto estilo "Tehkan World Cup" y máquinas similares de la época en que se podían marcar goles a base de cañonazos desde fuera del área, incluso desde el centro del campo. Al menos hasta el tercer rival, luego te aparecían unos con las calzonas azules que eran más listos que el hambre. 
4-2 (min. 57): Higuaín remata con el portero vencido tras una genial jugada de Cristiano culminada con una perfecta asistencia. 
5-2 (min. 92): Benzemá empuja a puerta vacía el esférico que generosamente le cede Higuaín. El francés consiguió marcar en el primer balón que tocaba, cosa muy meritoria teniendo en cuenta que llevaba casi todo el segundo tiempo en el terreno de juego. 

Los jugadores del Madrí buscándole fallos al céspeT tras el 1-2 por tener algo que decir en la "zona mixta" en caso de que el partido acabara así.

Crónica. 
Mourinho no quiso arriesgar en un partido más de la liga que ha sido concedida por decreto hace meses e hizo formar de inicio a once jugadores. Los primeros compases del encuentro dejaron clara que la táctica del portugués era la de introducir el esférico en la portería contraria más veces de las que éste acabara entrando en la propia, algo que chocaba frontalmente con el hecho de alinear a Sergio Ramos. Suyo fue el pase que permitió a Alfaro al Mallorca adelantarse nuevamente en el marcador. Anteriormente Nosué había roto el cerocerismo al conectar con su testa un centro llegado desde la izquierda del ataque isleño sin apenas oposición, como manda el libro de estrategia del Real Madrid durante la presente temporada, y que explica que el nuestro sea el primer equipo elegido por los jugadores del FIFA13 para ensayar las jugadas a balón parado. El "Tarzán de Camas" también repitió uno de esos gilipenaltis a los que nos tiene acostumbrados. Afortunadamente Lahoz es reacio a pitar cualquier cosa, pero si hubiera dirigido el encuentro uno de esos pistoleros de gatillo rápido que nos tocan últimamente, la tragedia habría sido considerable.

Tendría que llegar el descanso, con las oportunas correcciones del  técnico en los vestuarios, para que el Madrid le diera la vuelta a la tortilla. Sin duda Mourinho recordó a sus jugadores que el balón tiene que entrar entre los tres palos, que de eso va el asunto, algo que muchos parecían haber olvidado. En otra muestra de cómo lee el luso los partidos retiró (¡aún más!) a Kaka y a Arbeloa para dar salida a Benzemá y Ozill. El eje franco-alemán hizo agua por la orilla occidental del Ródano, como no podía ser de otra manera, y demostró el injusto resultado de las dos guerras mundiales. Es lo que tiene el que los yanquis no jueguen al fútbol. Ozill se hizo con la manija del partido tomando el relevo de Modric, quien ya estaba un poco atosigado por el esfuerzo. Benzemá se movió como quiso entre las líneas de defensores bermellones, incapaces de ver al "nueve" merengue. Desgraciadamente, sus compañeros tampoco lo veían. Ni yo. Hasta que no marcó el tanto en el descuento la mayoría de los espectadores no se habían dado cuenta de que estaba en el partido. O se habían olvidado. Que ni celebrara el gol me hace sospechar que él mismo tampoco era consciente de estar jugando esa segunda parte. 

Lo mejor.
  • El golazo de Modric y su partido en general, que suponen el enésimo "zas en toda la boca" a esos periodistas tan expertos que Dios ha tenido la gracia de concedernos. 


  • El doblete de Higuaín, aunque se limitara a empujar la pelota al rauliano estilo y fallara alguna que otra clamorosa. Al menos vale para coger confianza, y teniendo en cuenta su estado de forma tampoco le vamos a pedir peras al olmo. 
  •  Cristiano triunfante. Otra vez echándose el equipo a los hombros. 92 millones de euros por este tío es la mayor estafa habida para quienes le vendieron. Y está pendiente de renovar a espera de si sale algún que otro botarate del vestuario. Si yo fuera presidente hasta pintaría el Bernabéu de rosa si me lo pidiera, no digamos ya darle pasaporte a los lastres que rondan por el equipo.  

Lo peor:
  • La lesión de Cristiano Ronaldo, que le apartará del equipo durante los próximos tres meses al menos... nah, es broma.

domingo, 3 de marzo de 2013

La Semana Trágica de(l) Barcelona

En una de sus primeras comparecencias al poco de llegar al banquillo del Real Madrid, José Mourinho hizo una reflexión llamativa tanto por poner de manifiesto el conocimiento que tenía del lugar al que venía a trabajar los siguientes años (muchos, espero), como por reflejar la capacidad del de Setúbal para diseccionar la realidad en detalles que a muchos pueden escapar por estar acostumbrados a ellos. Esto, añadido a una carencia de seguidismo de lo políticamente correcto a la hora de hacerlo público, delatan a un individuo bastante inteligente, pues inteligente no sólo es aquél capaz de fijarse en los detalles, sino también de transmitir sus conclusiones sin importar si éstas suponen o no un halago para el oyente. Básicamente, Mourinho venía a decir que el fútbol español tenía una particularidad frente al británico, italiano o portugués: mientras en estos países en los que había trabajado como entrenador el fútbol se vivía intensamente a partir del día del partido, para decaer una vez finalizado éste, en España nos tirábamos toda la semana, la siguiente y parte de la otra hablando de un encuentro de fútbol, dependiendo de lo determinante del encuentro y de la importancia de los rivales. Las jornadas que rodeaban al día del partido eran en no pocas ocasiones casi vividas con mayor intensidad por los aficionados que los noventa minutos del choque. Tenía razón, claro. La afición española que acude a los recintos deportivos de lo de darle patadas a un balón no se caracteriza por su pasión, y sin embargo el fútbol en sí mueve y agita pasiones en ocasiones rallando la demencia, y de lo que suceda en un partido puede estarse hablando durante semanas e incluso recuperarse años después.

El partido que se jugó el sábado a la hora de la siesta, el segundo clásico de la presente semana, se situó en las antípodas de lo que Mourinho había extraído como una muestra del carácter nacional español aplicado al deporte rey. Al menos en mi caso. Íbamos a enfrentarnos al gran rival y yo estaba como si tal cosa. En realidad, el ambiente era cualquier cosa menos intenso. Cierto es que la Liga ya parece decantada a favor de los culos por el sistema, por las oportunas expulsiones en Sevilla y Pamplona, por esos goles marcados por jugadores que partían dos metros en fuera de juego por mor de que el colegiado no había atinado, casualmente, a ver la posición antirreglamentaria, y por tantas otras cosas. Pero un Madrí-Far$a es un Madrí-Far$a, y este no lo parecía. El Madrid acudió al encuentro con la idea que manifestaría Ramos tras el mismo: "son tres puntos más". Y este es un gran triunfo de Mourinho. 

No hace tanto, el ambiente que se respiraba entre el madridismo no era negativo, muy negativo; era algo mucho peor que eso. La idea que flotaba en el ambiente es que el Far$a de Guardiola no es que hubiera construido un equipo bueno capaz de marcar una época, sino que había dado la vuelta a la tortilla. Se había producido un cambio de roles entre los dos grandes equipos del fútbol español. El Far$a del siglo XXI era el Real Madrid del siglo XX, y viceversa. La afición, desorientada, no sólo no encontraba soluciones en los medios de comunicación que tradicionalmente, y al menos en apariencia, habían marcado lo que debería ser la filosofía de la institución. Todo lo contrario, el quintacolumnismo antimadridista que pululaba ya por esos medios cuando Florentino accedió a la presidencia se había extendido como un cáncer tomando posesión de todo el cuerpo, de tal suerte que los susodichos se habían convertido en coriferos del nuevo régimen, traicionando y humillando a su hasta entonces amplio sector de seguidores merengue, a los que vendían a la dictadura nacional-Barcelonista para su sacrificio en el altar de lo políticamente correcto, de un patriotismo tan mal entendido que se transmutaba en un antivalor, y del pensamiento único . El Far$a era el más mejor de todos los tiempos, y el madridismo tenía que reconocerlo. No sólo aplaudiendo los triunfos de su rival según una infecta idea de "señorío", sino aceptando su superioridad mediante la asunción de la propaganda procedente de la esquina norte peninsular: su filosofía, su concepción de juego, sus valores, sus cuentos chinos eran dogma. Lejos de ejercer como periodistas, ajenos a la esencia de explicar y criticar los mensajes que de allí venían, los think-tanks nominalmente madridistas competían con los diarios deportivos catalanes en babosear a unos jugadores y un club que, encima, les insultaban y despreciaban. Con exceso de "pseudomadridistas" que sólo pensaban en su beneficio individual y una abundancia aún mayor de seguidores culés y atléticos en sus filas, aquellos diarios presentaban un déficit de tíos que se vistieran por los pies porque, digo yo, el que te llamen "cavernario" desde allí alguna reacción debía provocar en alguien que siquiera fuera un proyecto de hombre. No la hubo. Como babeantes imbéciles aceptaban que el club catalán les censurase, como masoquistas irredentos aguantaban los desplantes e insultos de jugadores y periodistas culés.



Si todo hubiera seguido como debía según el macabro plan que esta panda de miserables incapaces de hacer la "o" con un vaso de sidra tenían preparado para el Madrid, a la temporada de Pellegrini le habría seguido la de Wegner o cualquier otro membrillo con una grave tendencia a la masturbación, a tocarla y no meterla. Ahora llevaríamos tres o cuatro entrenadores que habrían vegetado en un club continuamente zarandeado por la prensa, la afición confundida por el machaqueo mensaje de "hay que jugar bien" (sea lo que sea eso) y una puerta giratoria en la entrada de los vestuarios para que fueran pasando los técnicos a un banquillo controlado por jugadores con mando en plaza, auténticos percebes dentro y fuera del terreno de juego pero muy apreciados por la prensa gracias a su habilidad para cantar y contar todo lo sucedido y por suceder. El Madrid del siglo XXI ya no sería la Far$a del siglo XX, sino el Atlético de cualquier época. Quizá algo más, un Benfica o un Milan que ganara alguna Liga de higos a brevas. El equivalente al Partido Campesino en la dictadura comunista polaca durante la Guerra Fría. Porque a esto es a lo que íbamos, a una dictadura polaca, pero de los polacos de aquí, que para no desentonar con su ideología nacionalista, vanguardista donde las halla, nos iba a retrotraer a la Edad Media, configurando una pirámide de vasallaje con los media rindiendo pleitesía a los culos a cambio de un plato de lentejas y poder aparecer en la foto, y asegurándose de que el Madrí también bailaba al mismo son.

Pero hete aquí que llegó Mourinho y el plan saltó por los aires. Porque estas cosas pasan. En una realidad alternativa el viernes habríamos estado excitadísimos por eso de enfrentarnos al megasuperequipo, como lo estaban los culos en los años ochenta, sin ir más lejos, cada vez que el Madrí visitaba el KK Nou. Reconoceríamos su superioridad, contra la que ni Cristo vestido de corto podría hacer nada, pero al menos salvaríamos la honrilla en recuerdo de tiempos mejores. Acabaríamos sacando pecho -o bramando contra el colegiado dependiendo del resultado- y nos sacudiríamos las migas del traje, como un hidalgo quevediano, mientras barruntábamos los cambios que habría que hacer para enderezar esta situación. Sin embargo, en vez de eso nos plantamos con medio equipo de suplentes y un chaval de la cantera que jugó los noventa minutos -algo que a la asquerosa prensa que tanto canterano pide ha pasado desapercibido- y con el convencimiento de que el partido importante, el fetén, era el del próximo martes contra los british. Y la afición aplaudiendo al técnico cuando era nombrado por los videomarcadores, consciente de que éste era, en efecto, un partido más. Sin trascendencia. Nada de "vamos a meterles una manita" ni tonterías parecidas que se oían no hace mucho. Ni una voz pidiendo a Cristiano Ronaldo o a Özill, ni una polémica porque Alonso estuviera cocinando gulas el día del "partido del siglo" de este mes de marzo. Nada. No sé si la prensa ha piado, porque no la sigo, pero en redes sociales, en blogs y foros, nadie se estaba llevando las manos a la cabeza precisamente. En las antípodas de ese Madrí en el que hubiera degenerado la entidad, gracias a Dios: un Madrí competitivo, con las ideas claras, que hace las cosas con la cabeza y no con las tripas. Que luego ganará o no, que pasará o no la eliminatoria frente al Manchester, pero que actuando de esta manera da más opciones a que las cosas sucedan de la manera que todos queremos que sucedan.


Y por si fuera poco, se ganó. Y se hizo además demostrando una superioridad frente a un Far$alona que venía con ganas de revancha por la eliminación copera y que, además, traía lo más parecido a su alineación de gala que las bajas y los canguelos de algunos, como Xavi Hernández, podían permitir. Cristiano, que salió ya entrada la segunda parte, tiró más veces a puerta que todo el conjunto azulgrana, que sólo dispuso la ocasión del gol y poco más. El "tiqui taca", que ya había sido herido de muerte en el esterculé del Nou Camp, fue definitivamente rematado, con los jugadores culos dándose pases a dos metros, tuya-mía en su propio campo, mientras el Madrid esperaba tranquilamente a que se acercaran para lanzarse a la yugular. Se consumaba la aniquilación iniciada hace dos temporadas, cuando Mourinho hizo perder al Far$a de Guardiola su primera final en ni se sabe cuanto tiempo, consumada cuando el Real Madrid se alzó con la Liga de los récords de goles y puntos y Pepita de San Pedor salió que perdía el rabo en busca de otros horizontes viendo la que se venía encima. Que es en lo que estamos ahora. El imperio culé de los mil años, el que iba ser en la historia del fútbol algo así como el nacimiento de Cristo en la Historia con mayúscula, se desintegraba como un azucarillo en aguardiente portuguesa. Ni pensar cómo estaría ahora la cosa si el Madrid, aparte de tener que vérselas con lo que Mourinho definió acertadamente como "no sólo un equipo, sino un discurso", no hubiera tenido que batallar con la recua de traidores apesebrados que copan los medios de comunicación, aparte de algún que otro regalito que la selección ha dejado en nuestro vestuario.

Como un terminator que hubiera sido enviado desde el futuro para reparar el error que llevó la Historia por un camino incorrecto, Mourinho, con sus Khediras antes que Kakas, ha dinamitado el cambio de roles que se venía anunciando con gran jolgorio por parte de los Relaño, Lama, Maroto y el de la moto. El equipo con etiqueta de invencible que debía evitar que los madridistas nos comiéramos en paz la tortilla francesa de la cena y nos fuéramos igualmente tranquilos a dormir ha quedado reducido a "ese equipo con el que toca el trámite antes del partido de verdad, pues sacamos el banquillo y si la cosa va bien en el descanso cogemos el avión a Manchester". Quizá nunca endosemos un 2-6 al hipócrita y mezquino Hernández, pero a mí se me hace más humillante que con un 0-3 el técnico madridista salga a decirle a sus jugadores que se acabó, que hay que evitar las tarjetas para la final, que estos ya son historias y que evitemos lesiones para la vuelta de la Champions. El ningunearles, que se dice, el "nosotros estamos en otra honda", el ir de sobrados. Y encima, con razón y con causa.



Claro que para viaje en el tiempo lo que se vivió después del choque. Sólo faltaba que la Marchante esa del Plus, al entrevistar al capitoste culé de turno, se viera las caras con Joan Gaspart. Volvían los ochenta y en "Futboleros" de Marça TV algunos parecían estar escuchando "Sufre, mamón". Ver a este rebaño llorando como niñas repipis porque el colegiado no quiso señalar penalti en lo que era un piscinazo de Adriano, en una jugada que el muy botarate desperdició en vez de haber seguido hacia portería para asistir a un Messi que estaba en boca de gol, no tiene precio. Ninguno. De hecho, yo lo he vivido la mayor parte de mi vida sin pagar ni un céntimo. Éste, junto con librar al madridismo de complejos estúpidos que la prensa intentaba insuflarles, actuando como Cristiano en el terreno de juego cuando realiza ese gesto de "tranquilos, que aquí estoy yo", es el otro gran triunfo de Mourinho. Rara vez se asiste a un trabajo bien hecho. Mourinho, que como tanta gente de su edad había visto al Madrid hegemónico dentro y fuera de Europa que representaban la Quinta del Buitre o el Madrí de los Roberto Carlos, Redondo, Raúl y cía, y que conocería la idiosincrasia y entidad de la institución, sabía que no venía aquí a hacer cabriolas con un equipo construido, sino a batirse en una guerra. Queremos ser lo que fuimos, tienes que vencer al mejor Barcelona de todos los tiempos. Y así ha sido. En vías de devolver las aguas a su cauce, el madridismo encara el futuro inmediato reencarnándose en lo que siempre ha caracterizado a ese club. Y el Barcelona, también. Que se jodan.