viernes, 28 de junio de 2013

Arrivederci, Carlo.

Tenía previsto realizar una entrada sobre Carlo Angelote, el supuesto nuevo técnico del Real Madrid. Si a estas alturas de la película, cuando ya se ha analizado sesudamente hasta la ridícula rueda de prensa que siguió a su presentación, todavía no la he hecho ha sido por el tiempo que me había tomado rastrear distintos blogs con el objetivo de acaparar información sobre quién es, qué ha ganado, cómo trabaja o como maneja los vestuarios el tío este de la ceja a lo Mr. Spock. Que he estado fusilando lo escrito por otros, es decir, usando internet para lo que lo usa la mayoría de la gente, que tampoco vamos a ir a hora de monjitas de clausura. Pero tras lo acontecido ayer noche, hora española, en Brasil, hablar de Angelote es tontería. Porque anoche, en la semifinal de la Copa Confederaciones entre Expaña e Italia, el ciclo del italiano como técnico del Real Madrid llegó a su fin. Hablar de altas y bajas, de estilo o de estrategia, de relación de Angelote con los medios o con los jugadores es baladí. Agua pasada no mueve molino. Para el caso podría ponerme a hablar de cómo enfrentará la próxima temporada José Mourinho la tensión en el vestuario merengue y el acoso al que le somete la prensa, porque el portugués es tan técnico del Madrí como lo es ya el italiano. O más, porque aquél lo ha sido tres años. Carlo no ha llegado ni a los tres días. 


El problema del Real Madrid se llama Íker Casillas. Éso no lo va a discutir nadie a estas alturas y dudo que Angelote no se haya dado cuenta. Durante la pasada temporada, el "águila de Móstoles" hizo una serie de partidos realmente deplorables que explican, en parte, que el Madrí hubiera dejado de pelear la liga antes de la décima jornada; aparte, faltó a su labor como capitán del equipo anteponiendo intereses personales a los de la entidad y creando una fractura en el vestuario al traicionar la lealtad que debe al técnico todo aquél que lleve el brazalete; y, sobre todo, vendió su alma a la prensa garrula que no tiene otro oficio que mangonear en el Real Madrid. Por la experiencia que vivimos con el Baúl de los Recuerdos (a.k.a. Raúl González Blanco), y por lo que dicta la propia lógica, cualquier mejora del Real Madrid pasa por la extirpación de ese cáncer que mejora lo que supuso el anterior capitán. El futuro del Madrí no se decidirá con los fichajes, o con si Zidane hace la esfinge en el palco o en el banquillo, ni siquiera con la renovación de Cristiano. El futuro del Real Madrid se decidía ayer, en la semifinal de la Copa esa para llenar las carteras de los de la FIFA. Todo lo que no fuera un fiasco de Casillas que nos costara el pase a la final sería malo para el Madrí. Era necesario que el supuesto guardameta realizara uno de los partidos a los que tanto nos tiene acostumbrados, con un par de cantazos que se tradujeran en sendos goles que nos supusieran el billete de vuelta a España. Tampoco era muy difícil. Sólo tenía que mantener el nivel que ha demostrado durante la pasada temporada. El rebaño de tribuletes que constituye un auténtico club de fans del Calvillas, con la salvedad de que, a diferencias de las Beliebers esa éstos cobran, tendría difícil defender una actuación que habría supuesto la eliminación de esa selección que tanto les flipa, al mismo tiempo que el bulto sospechoso con el número uno habría quedado en evidencia al demostrarse que Mourinho no tendría nada que ver en su lamentable estado de forma.



Pues no sólo no paso eso, lo único válido para el Madrid, sino que Casillas firmó un partido normalillo tirando a decente, con un par de intervenciones de esas que le han granjeado la fama de "santo", esto es, salir a la desesperada tapando el ángulo del atacante y rezando para que las leyes de la física dirigieran el esférico a su nariz antes que a cualquier espacio en torno a su silueta con el riesgo de acabar en las redes. Por lo demás, demostró el nivel mediocre que le ha caracterizado durante los últimos años, demostrando su incapacidad de atajar -es decir, de atrapar con las manos- los disparos a media o larga distancia. Y de los balones altos no hablamos porque los italianos no tuvieron su día en este aspecto. Pero el caso es que Casillas demostró un nivel superior al que se le vio la pasada temporada bajo los palos de la portería merengue. 

Es decir, que lejos de salir debilitado del partido de ayer, Casillas demostró sus poderes dejando claro a quienes tenían alguna reserva -yo, sin ir más lejos- que la mierda de actuaciones que firmó la pasada temporada fueron intencionadas, y que tenían como objetivo hacerle la cama al entrenador. Lo ve cualquiera, excepto los que no lo quieran ver. Éstos le harán la coral justificando su mejora en el hecho de que Mourinho era un dictador, que lo tenía estresado, que lo había hecho llorar o yo que sé. Todo un orfeón de descerebrados y cretinos interesados con la Sara Carbonero moviendo la batuta. Porque es lo que mejor sabe hacer y lo que la ha catapultado al éxito: manejar batutas. Pero la realidad es que este descomunal granuja ha enviado un mensaje claro: "si juego mal es porque me interesa y tenéis más posibilidades de montaros un trío con Jessica Alba y Scarlett Johansson que dejar de ver mi careto en el Madrí. Voy a hacer de mi capa un sayo y a ver quién es el guapo que me planta cara, porque tengo una cohorte de periodistas que no sólo van a hacer que parezca un accidente, sino que encima me van a presentar como la víctima".


Calvillas mejora, y con mucho, a Baúl. Al menos no se podía dudar del madridismo de éste. De hecho siempre sostuve que era su madridismo lo que explicaba que hiciera tanto daño al Madrid, que creía realmente que su titularidad era importante para el equipo, y que sus mangoneos eran buenos para el club. Casillas es un traidor. No sólo antepone sus intereses egoístas a los del equipo, sino que no se le caen los anillos a la hora de reunirse secretamente con aquellos que más nos vilipendian y humillan. Un tipo de "liderazgo" que, desgraciadamente, no desentona en la época de los Zapatero y sus Estatutos o de los Rajoy y sus excarcelaciones de etarras y que, por supuesto, es mucho más venenoso para la entidad que el asumido por Baúl. Carlo no se va a atrever con Calvillas, quien ejercerá de presidente, técnico y lo que le salga de las narices. Se sentará en el banquillo por eso de que alguien ha de sentarse, pero para poco más. Aquí quien cortará el bacalao será el maromo de la Carbonero, que luego servirá en el Txistu o el Di María a su cohorte de pelotilleros que lo tienen bien cogido por salva sea la parte. No culpo al italiano. Arrivederci Carlo, fue bonito mientras duró, pero ya me imaginaba que si Mou no había podido tú no tenías la mínima oportunidad.

1 comentario:

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